UNA MIRADA HACIA LA REALIDAD A TRAVÉS DE LA VERDAD ESCRITA EN ROMANOS CAPÍTULO 1
El estudio sobre el libro de Romanos[1] es
bastante confortante para el alma, así como el de cada libro de la Biblia. En
el primer versículo el apóstol Pablo se identificó como “siervo
de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios”.
Estos tres nombres con los que se presentó Pablo tienen gran relevancia para la
doctrina bíblica, porque expresan sumisión y entrega absoluta a Dios y su
Palabra.
En el segundo versículo del capítulo
1 de Romanos el apóstol nos aclara que el evangelio de Dios es una promesa
entregada por Dios, desde la antigüedad, a los profetas. El antiguo testamento
enseña sobre la promesa del Mesías, “nuestro
Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado
Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de
entre los muertos, y por quien recibimos la gracia y el apostolado, para la
obediencia a la fe en todas las naciones por amor de su nombre” (v. 3-5)
La promesa del Mesías, el Ungido de
Dios (Isaías 53, Hechos 10: 38) y Dios mismo (Isaías 35: 4, Juan 20: 28), no
solo estaba dirigida a los israelitas sino también al pueblo gentil, es decir a
todas las naciones, como promesa de Salvación de la ira de Dios para nosotros,
sus hijos, quienes hemos sido “llamados a ser de Jesucristo” (v.6)
La epístola a los Romanos es dirigida
específicamente a la Iglesia en Roma, a aquellos “amados de Dios, llamados a ser santos”.
“…Gracia y paz a vosotros, de Dios
nuestro Padre y del Señor Jesucristo” (v.7)
La fe de la Iglesia en Roma, en esos
tiempos estaba empezando a ser conocida por todo el mundo, lo cual causó en
Pablo un motivo más de agradecimiento a Dios, pero este agradecimiento a Dios
es por medio de Jesucristo. Jesucristo es el canal de adoración y oración a
Dios, es importante comprenderlo y es algo que Pablo va a aclarar con mayor
precisión a través de esta preciosa carta.
Pablo fue y sigue siendo un ejemplo
para la Iglesia en su servicio a Dios. El honró a Dios y a su Palabra de tal
manera que estimó su vida como basura por causa de Cristo, es decir que la
impopularidad y el odio de la gente no le importaba a Pablo. Él solo deseaba
que el evangelio de Dios fuera anunciado con fidelidad a todas las naciones,
por esta razón su motivo de agradecimiento es expresado por su corazón sumiso
al evangelio de Jesucristo.
Pablo no solo se ocupaba en predicar
el evangelio de Dios a los gentiles sino también era parte de su hábito diario
orar por las naciones. En el versículo 9 podemos leer su compromiso de orar por
los santos en Roma “sin cesar hago
mención de vosotros siempre en mis oraciones”. Este mismo sentir es el que
debemos imitar.
“Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo.” 1 Corintios 11: 1
(RVR 1960)
Pablo era un hombre digno de imitar
porque él seguía las pisadas de Cristo. Así es que podemos comprender como
creyentes en Cristo que seguir a Cristo significa imitar su ejemplo y el
ejemplo de quienes lo imitan, que se podría resumir de manera practica en: tener compasión por la humanidad y
anunciarles el evangelio, orar por la Iglesia (el cuerpo de Cristo) y ser fieles
a la Palabra de Dios. Es esto mismo lo que Pablo persiguió día y noche
hasta que su cuerpo murió sobre esta tierra.
Pablo deseaba que la Iglesia en Roma
supiera que quería ir a visitarlos y verlos para “comunicaros algún don espiritual, a fin de que seáis confirmados”.
Lo que significa el versículo 11 es que quería enseñarles la Palabra de Dios,
el evangelio de Jesucristo y el significado de su preciosa Obra Redentora, pero
como no era tan fácil llegar a Roma, empezó escribiéndoles esta preciosa
epístola. Por lo anterior, también damos gracias a Dios de que no hubiera llegado
a Roma tan pronto.[2]
“esto
es, para ser mutuamente confortados por la fe que nos es común a vosotros y a
mí. Pero no quiero, hermanos, que ignoréis que muchas veces me he
propuesto ir a vosotros (pero hasta ahora he sido estorbado), para tener
también entre vosotros algún fruto, como entre los demás gentiles. A
griegos y a no griegos, a sabios y a no sabios soy deudor. Así que, en
cuanto a mí, pronto estoy a anunciaros el evangelio también a vosotros que
estáis en Roma. Porque no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de
Dios para salvación a todo aquel que cree; al judío primeramente, y también al
griego. Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para
fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá. Porque la ira de Dios se
revela desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los hombres que
detienen con injusticia la verdad; porque lo que de Dios se conoce les es
manifiesto, pues Dios se lo manifestó. Porque las cosas invisibles de él,
su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del
mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas, de modo que no tienen
excusa. Pues habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni
le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio
corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron
necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de
imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles. Por
lo cual también Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus
corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos, ya que
cambiaron la verdad de Dios por la mentira, honrando y dando culto a las
criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos. Amén.
Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres
cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo
también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su
lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y
recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío. Y como ellos
no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada,
para hacer cosas que no convienen; estando atestados de toda injusticia,
fornicación, perversidad, avaricia, maldad; llenos de envidia, homicidios,
contiendas, engaños y malignidades; murmuradores, detractores,
aborrecedores de Dios, injuriosos, soberbios, altivos, inventores de males,
desobedientes a los padres, necios, desleales, sin afecto natural,
implacables, sin misericordia; quienes habiendo entendido el juicio de
Dios, que los que practican tales cosas son dignos de muerte, no sólo las
hacen, sino que también se complacen con los que las practican.”
Romanos 1: 12-32 (RVR 1960)
El carácter de los hombres que
negando a Dios dan culto a la creación es vergonzoso, incierto, perverso y
necio. De ninguna manera es bueno exaltar a la tierra, el sol, la naturaleza,
personas que ya murieron, tecnologías, etc. Solo Dios, el único y verdadero
Dios, es digno de toda alabanza y es bueno en gran manera servir y obedecer su
Palabra por medio de la fe, porque la fe es el motor que produce tanto el ser
como el hacer del creyente en Cristo.
[1] Esta preciosa carta de Pablo es un fundamento firme en
la doctrina de la Iglesia, por lo tanto, es importante prestarle mucha atención
y tomar nota de cada versículo que en este precioso libro se ha escrito.
[2] El deseo de Pablo de ir
a Roma a enseñarles a los santos la Palabra de Dios es un deseo bueno delante
de Dios, pero diría alguien: si es bueno ¿Por qué Pablo no fue a Roma tan
pronto como lo deseo? La respuesta es sencilla: los planes de Dios son mejores
en su tiempo, por lo tanto, si algún creyente que está leyendo este estudio
está pasando por momentos en donde no comprende por qué aun deseando la
voluntad de Dios no ocurre lo que desea, siendo estos deseos buenos, debe
reconocer que el tiempo de Dios es mejor, por lo tanto, aprendamos a ser
pacientes y esperar en el Señor, así como lo hizo Pablo.
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