EL SEÑOR SANA A LOS QUEBRANTADOS DE CORAZÓN
El corazón, en la Biblia, no se
refiere al órgano principal del aparato circulatorio, sino al espíritu del
hombre, sus pensamientos, recuerdos y sentimientos más íntimos.
Los
recuerdos sobre sucesos o acontecimientos malos han llevado a muchas personas
al miedo o al silencio, por esta razón se dice que hay recuerdos que es mejor
olvidar porque hacen daño traerlos a la memoria, pero es difícil, por no decir
imposible, que una persona olvide ciertos sucesos. Buscar olvidar un recuerdo
podría conducir a formar una actitud de cobardía ante los problemas en vez de
valentía para enfrentarlos, por esta razón la mejor opción es confrontar los
malos recuerdos como problemas que pueden ser superados con el poder del perdón
de Dios.
“El sana a los quebrantados de corazón, y
venda sus heridas.” Salmos 147: 3 (RVR
1960)
Las
personas que han sido lastimadas en su corazón, por su semejante, necesitan perdonar,
porque el perdón es el mejor camino a la restauración, aunque la otra persona
no tenga un corazón arrepentido. Así, cuando llegue el recuerdo sobre un suceso
malo no sentirá miedo ni turbación sino tranquilidad porque ya perdonó, así
como Dios nos perdonó.
“Y perdónanos nuestras deudas, como
también nosotros perdonamos a nuestros deudores.” Mateo 6: 12 (RVR 1960)
La
venganza, el miedo, el remordimiento y la violencia son consecuencias de un
corazón herido que necesita con urgencia ser sanado por Dios. Dios sanara aquel
corazón lastimado cuando se disponga ante El, reconozca su ofensa contra Dios y
que solo en Jesucristo está el perdón de nuestros pecados.
La
razón de nuestra existencia está en Dios, solo en El, no en el dinero ni en
nada que se le parezca. Esta es una verdad que no tiene posibilidad de duda,
porque, aunque reír sea bueno y saludable y el dinero sea un recurso
importante, no son la mayor necesidad del ser humano, sino la verdadera
necesidad de cada persona es ser salvo. Ser salvo, según la RAE (Real Academia
Española) es ser “librado de un peligro”[1]
“El avisado ve el mal y se esconde; mas
los simples pasan y reciben el daño.”
Proverbios 22: 3 (RVR 1960)
“…por cuanto todos pecaron, y están
destituidos de la gloria de Dios”
Romanos 3: 23 (RVR 1960)
El
pecado es una deshonra y ofensa a Dios, es un tremendo peligro en el que todos
hemos caído, como simples que no prestan atención al mal que este ocasiona,
llamado muerte, “porque la paga del
pecado es muerte” (Romanos 6: 23a).
El
Salvador es quien nos libra del peligro del pecado y la muerte, pues “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo
Jesús Señor nuestro” (Romanos 6: 23b)
El
verdadero evangelio no habla de prosperidad económica, riquezas materiales,
sino de algo aun mayor, de vida eterna, pero antes de anunciar la buena noticia
de la vida eterna, convence al mundo de pecado, justicia y juicio, es decir que
muestra al hombre su condición de pecador, de esclavo a la codicia, malicia,
engaño e hipocresía, para que este se arrepienta y crea en Jesucristo de
corazón.
“Haced, pues, frutos
dignos de arrepentimiento”
Mateo 3: 8 (RVR 1960)
El
verdadero arrepentimiento y fe en Jesucristo se puede ver en una persona por
sus frutos, es decir, por su vida, una vida que, aunque no es perfecta transita
en el camino de la perfección, de la santificación, por la gracia de Dios y no
por mérito propio.
Estamos
en tiempos en donde la blasfemia hacia Dios se hace cada vez más evidente y de
una manera más abierta, esto es muy triste, es una situación que día a día es
más dolorosa, porque promueve un falso evangelio de un falso dios para falsas
conversiones.
“Amados, por la gran solicitud que tenía
de escribiros acerca de nuestra común salvación, me ha sido necesario
escribiros exhortándoos que contendáis ardientemente por la fe que ha sido una
vez dada a los santos. Porque algunos hombres han entrado encubiertamente,
los que desde antes habían sido destinados para esta condenación, hombres
impíos, que convierten en libertinaje la gracia de nuestro Dios, y niegan a
Dios el único soberano, y a nuestro Señor Jesucristo.” Judas 1: 3-4 (RVR 1960)
Judas,
un siervo de Jesucristo, advirtió a la iglesia sobre estos falsos maestros que
estaban predicando una falsa doctrina, una que enseña mentiras y engaña al
mundo. Como lo hizo satanás en el huerto del edén, estos apostatas enseñan a la
gente “Ciertamente no moriréis. Pues Dios
sabe que el día que de él comáis, serán abiertos vuestros ojos y seréis como
Dios, conociendo el bien y el mal.” (Génesis 3: 4-5)
La
mentira de ser dioses, de igualarse a Dios o estar sobre El, escuchando a
satanás, en vez de someterse a Dios, ha llenado a muchas iglesias de personas
falsas que con falsedad hablan desde la suciedad de su corazón. A estas
personas que tienen apariencia de piedad, pero niegan al verdadero Jesucristo y
su Palabra, es mejor evitarlas por completo (2 Timoteo 3: 5). Como vimos en los
anteriores volúmenes, desechemos todo misticismo en la iglesia, como toda falsa
doctrina y sectas que nada tienen que ver con Dios y su Palabra, su verdadera
Palabra, la Biblia. Ahora miremos a través de la Palabra el más grande milagro
que puede experimentar el ser humano.
[1] Salvo. Real
Academia Española. Recuperado de https://dle.rae.es/salvo el 30 de
Diciembre del 2019
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