¿SE PUEDE UN CRISTIANO ENFERMAR?


La respuesta es sí y el argumento se encuentra en la Biblia y en la historia. Pero antes de argumentar es interesante que pensemos en esta pregunta, porque la sola pregunta que muchos se han hecho da cuenta de un conocimiento no correcto frente a las Escrituras.

Las doctrinas que el hombre ha creado en estos últimos años tienen una gran influencia humanista, es decir enseñan que el hombre es el centro, todo lo controla, todo lo puede y de este depende todo el universo. Es una idea absurda pero que tiene bastante acogida, no solo dentro de muchas sectas sino aun dentro de la academia y las pseudociencias.

El ser humano no tiene el control del universo, ni mucho menos es el centro del mismo, sino es una creación especial de Dios que sin merecerlo tiene la responsabilidad de cuidar lo que Dios hizo sobre la tierra.

“Le has hecho poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra.”

Salmos 8: 5 (RVR 1960)

No somos inmunes a ninguna enfermedad, pero podemos tener la confianza de que el Verbo hecho carne, Jesucristo, entiende nuestra condición natural como hombres, así como las aflicciones físicas, emocionales y espirituales que podemos enfrentar.

"la plenitud de Dios en Jesucristo entiende las tentaciones, pruebas y aflicciones que tienes que pasar porque El mismo las enfrentó pero, a diferencia de nosotros, las venció para darnos la victoria (lea Hebreos 4: 15)"( Espitia, 2018, p. 14)[1]

Las enfermedades, los días malos, las epidemias, como los desastres naturales son la condición natural de un planeta contaminado por el pecado, por lo tanto, no debe de extrañarnos que ocurran muertes inesperadas por virus, infecciones, etc. No significa que seamos indiferentes frente a lo que sucede a nuestro alrededor, sino que estamos tranquilos, porque nuestra confianza esta en Dios, aun cuando alrededor nuestro todo torna oscuro, vacío y triste.

“Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.” Mateo 6: 34 (RVR 1960)

Los días malos existen, pero estos no deben preocuparnos, porque este mundo es pasajero, mas el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre (1 Juan 2: 17).

Los cristianos pueden enfermarse y no siempre significa que es consecuencia de haber hecho algo malo, sino puede ser por la misma humanidad caída. Timoteo, un joven apasionado por Dios, sufrió de frecuentes enfermedades y el apóstol Pablo le aconsejó, diciendo “Ya no bebas agua, sino usa de un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades.” 1 Timoteo 5: 23 (RVR 1960)

Las enfermedades que puede un cristiano enfrentar pueden ser muy dolorosas, difíciles de comprender, pero también pueden ser parte de la voluntad de Dios, por lo tanto, si vemos a nuestro hermano que está enfermo, no lo descuidemos sino oremos por él, por su salud, por su vida, como nos enseña Santiago 5: 14 “¿Está alguno enfermo entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor”, y también démosle un consejo, que, si puede ir al médico que vaya, que se tome una aromática, un acetaminofén o alguna bebida que sepamos le pueda hacer bien.

Las enfermedades, infecciones y virus que se pasean por el aire tocaron muchas vidas de hombres de fe como David Livingstone, misionero en África que murió a causa de la malaria y disentería, Charles Spurgeon, predicador en Inglaterra quien murió a causa de la gota, Jonathan Edwards, teólogo y pastor en Estados Unidos quien murió de viruela, entre muchos otros. Aun el apóstol Pablo tenía algo que él llamaba aguijón de la carne, lo que pudo haber sido, muy probablemente, una enfermedad o condición física que había adquirido.

“Y para que la grandeza de las revelaciones no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera” 2 Corintios 12: 7 (RVR 1960)

Las enfermedades que puede enfrentar un cristiano pueden ser parte de la voluntad de Dios para que nuestro orgullo o soberbia no crezca, entonces no siempre son del todo mal, porque lo que a Dios más le interesa de nosotros es nuestro corazón, nuestro espíritu, más que el cuerpo, entonces enfrentar la enfermedad, la pestilencia, la angustia o el día malo, con confianza en Dios es la mejor manera de responder a las dificultades.



[1] Espitia (2018) ¡Detente! Abismo seguro. Editorial Buena Semilla (Bogotá, Colombia)


Comentarios