SEGÚN SU VOLUNTAD
“Y
esta es la confianza que tenemos delante de El, que si pedimos cualquier cosa
conforme a su voluntad, El nos oye.”
1 Juan 5: 14 (RVR 1960)
En la Biblia se nos enseñan dos tipos de
voluntades de Dios, que no se oponen, ni se contradicen, sino van juntas sin
ser la misma una de la otra: a la primera se le llama voluntad soberana de Dios
y, a la segunda, voluntad directiva de Dios.
La voluntad soberana encierra todos los
acontecimientos que han pasado, están pasando, y pasaran, sean buenos o malos.
Como por ejemplo: la entrada del pecado al mundo, la rebelión de lucifer y de
multitud de ángeles, la muerte de Jesucristo, las enfermedades, las guerras,
las violaciones, los asesinatos, las muertes, el gobierno del anticristo, etc.
En pocas palabras la voluntad soberana de Dios nos enseña que no existe nada
que se le escape al Señor sino que todo lo que ocurre es porque el Señor así lo
había planeado.
La voluntad directiva de Dios, a diferencia de
la voluntad soberana, puede ser abrogada por el hombre, es decir que el hombre
es libre de cumplirla o no. Los 10 mandamientos son el mejor ejemplo de la
voluntad directiva de Dios. La voluntad directiva de Dios es lo que el Señor
quiere que el hombre haga, lo cual se resume en dos mandamientos:
“Jesús
le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con
toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es
semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Mateo
22: 37-39 (RVR 1960)
Dios quiere que el hombre ande conforme a sus
mandamientos, que sea obediente por amor. Pero Dios sabe que para el hombre es
imposible vivir conforme a la voluntad divina porque su corazón solo piensa en
hacer el mal, por eso Jesucristo, vino en forma de hombre a morir en el madero,
a fin de que podamos morir a esos pensamientos malos, a esa vida contaminada
por la maldad, y vivamos nueva vida por su resurrección.
La vida de todo hombre debe ser dirigida por
las dos voluntades de Dios, pero si rehúsas creer en el Hijo de Dios entonces
tu vida será dirigida solamente por la voluntad soberana de Dios, lo que te
llevara finalmente, si no te arrepientes antes, a la muerte eterna.
La religión más numerosa del mundo: el
catolicismo, repite constantemente “la oración del Padre nuestro”, pero sin
conocer lo que en verdad significan sus repeticiones:
“…Venga
tu reino. Hágase tu voluntad, así en la tierra como en el cielo.” Mateo
6: 10 (RVR 1960)
Si religiones como la católica comprendieran
el significado de “hágase tu voluntad”, quizás no lo volverían a decir, porque
contradice lo que en oculto hacen, ya que si en verdad buscaran hacer la
voluntad de Dios no adorarían falsas imágenes, falsos dioses creados por ellos
mismos, sino creerían de verdad en Jesucristo como Señor y Salvador.
Aun, como nuevos hombres creados según Dios en
la justicia y santidad de la verdad, debemos comprender en el momento de orar
que no debemos pedir a Dios conforme a nuestros caprichos, y deseos, sino
conforme a su voluntad. Es decir, para que quede más claro, no le pidas a Dios
que te llene el bolsillo de mucho dinero, te de una casa muy grande, te de un
celular de X marca, o cualquier cosa que se le parezca, sino pídele que su
reino sea estableciéndose en los corazones de quienes aún no le conocen.
Hacer la voluntad de Dios no es difícil, es
imposible, por lo tanto roguemos a Dios que nos de fuerzas por medio de
Jesucristo para hacer su voluntad. La oración es la herramienta que el Señor
nos ha dado para que nos moldeemos a su voluntad. Aun Jesucristo, siendo la
misma esencia del Dios vivo y verdadero, antes de ser entregado para morir en
la cruz por nosotros, oró al Padre diciendo:
“…Padre
mío, si es posible, que pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino
como tú quieras.” Mateo 26: 29 (LBLA)
Jesucristo no quería morir en la cruz,
principalmente porque eso le traería como consecuencia cargar con todos los
pecados de la humanidad, y con ello la separación con el Padre. Mas Jesucristo
hizo la voluntad de quien le envió por encima de su propia voluntad. Esto es un
gran misterio, pero nos enseña que gracias a la muerte, sepultura y
resurrección de Jesucristo podemos ser llamados hijos de Dios. Ahora ya no
somos hijos de ira sino hijos de Dios, siervos de Jesucristo comprados por su
sangre. Por lo tanto debemos buscar SIEMPRE hacer su voluntad, por encima de la
nuestra, porque es lo mejor para nuestra vida.
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