LA INMUNDICIA QUE NOS RODEA



La tristeza, el desánimo, las muertes, el egoísmo, las lujurias, los caprichos, las guerras, las peleas, las desdichas, los fracasos, las decepciones, las orgias, las borracheras, las groserías, el irrespeto, la soberbia, el orgullo, la rebeldía…. Son la inmundicia que nos rodea. Día a día estamos expuestos a una contaminación aun mayor que el humo de los autos, de los buses, de taxis  y este humo sigue creciendo sin parámetros, este humo es el que verdaderamente acabara con este mundo.
La inmundicia que nos rodea no nos permite ver, ni nos permite oler, ni mucho menos sentir la presencia de nuestro Señor, por ello es que no es por nuestras propias fuerzas, ni esmeros que podemos acercarnos a Dios sino es solo por su gracia. Su gracia significa el regalo de su salvación que no es por nuestras obras sino por la muerte, sepultura y resurrección de Jesucristo, y ese regalo lo podemos obtener al creerle y recibirle como el UNICO Señor y Salvador de nuestra vida.
“Jesús les habló otra vez, diciendo: Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida.” Juan 8: 12 (LBLA)
Aunque la inmundicia que nos rodee sea mucha, no debemos temer, si en verdad confiamos en Dios, porque Jesucristo es la Luz del mundo que da la luz de vida a todo aquel que le sigue y, la luz no se contamina.
“Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.” Mateo 5: 14 (RVR 1960)
Jesucristo nos dijo que somos la luz del mundo. Sabemos que no podemos igualarnos a Él, porque Él es Dios, más bien reconozcamos que adquirimos una naturaleza divina por gracia y esa gracia nos debe dirigir a la obediencia a Dios, con todo nuestro corazón, alma y fuerzas. Dios (Padre, Hijo y Espíritu Santo) nos rescató no porque lo mereciéramos sino porque nos ama tanto que no rehusó dar a su Hijo, Jesucristo, en rescate por nosotros. ¿Cómo estamos respondiendo a ese amor? Será que aun continuamos en la inmundicia del pecado, de la lascivia y de todo aquello que deshonra el nombre de Dios o en verdad nos hemos humillado reconociendo la grandeza de nuestro Señor.
Si en verdad amas a Dios entonces tu devoción a Él se verá reflejada en la obediencia a sus mandamientos y, en el amor a tus hermanos.
“Nosotros sabemos que hemos pasado de muerte a vida porque amamos a los hermanos. El que no ama permanece en muerte.” 1 Juan 3: 14 (LBLA)


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