COMUNIÓN


El trato familiar y el participar en lo común es lo que significa comunión. La comunión con Dios es la que nos permite tener comunión unos con otros. La primera iglesia neotestamentaria nos da ejemplo de la comunión que unos con otros tenían en Jesucristo.
“Todos los creyentes se dedicaban a las enseñanzas de los apóstoles, a la comunión fraternal, a participar juntos en las comidas (entre ellas la Cena del Señor), y a la oración”  Hechos 2: 42 (NTV)
Permanecían en unidad porque tenían una meta en común. Para tener comunión unos con otros debemos primeramente tener comunión con Dios. Dios ha invitado a todo hombre a que tenga comunión con Jesucristo, nuestro Señor (1 Corintios 1: 9) a fin de que por medio de El estén libres de toda culpa el día que vuelva para juzgar a todas las naciones de la tierra. Como hermanos unidos por la gracia de Jesucristo debemos permanecer en armonía unos con otros, evitando los chismes, las vanas discusiones que buscan crear divisiones en vez de edificación.
La única manera de permanecer en unidad, como iglesia, es que tengamos la misma actitud de Jesucristo.
“Tengan la misma actitud que tuvo Cristo Jesús.
Aunque era Dios,
no consideró que el ser igual a Dios
fuera algo a lo cual aferrarse.
En cambio, renunció a sus privilegios divinos;
adoptó la humilde posición de un esclavo
y nació como un ser humano.
Cuando apareció en forma de hombre,
se humilló a sí mismo en obediencia a Dios
y murió en una cruz como morían los criminales.
Por lo tanto, Dios lo elevó al lugar de máximo honor
y le dio el nombre que está por encima de todos los demás nombres
para que, ante el nombre de Jesús, se doble toda rodilla
en el cielo y en la tierra y debajo de la tierra,
y toda lengua declare que Jesucristo es el Señor
para la gloria de Dios Padre.”
Filipenses 2: 5-11 (NTV)
Si verdaderamente no somos egoístas sino humildes no ocupándonos solamente de nuestros propios intereses sino también interesándonos en los de los demás entonces podremos vivir en comunidad, amándonos unos a otros, trabajando juntos en un mismo pensamiento y un mismo propósito: glorificar el nombre de Dios sobre la tierra.
La Biblia fue dada a nosotros con el propósito de participar de la alegría dada por pura gracia de Dios. Es imposible que tengamos comunión con quienes no tienen comunión con Dios porque la comunión con Dios es la causa de la comunión en la Iglesia. Juan, en la introducción del libro de primera de Juan, escribió, inspirado por el Espíritu Santo:
“Les anunciamos al que existe desde el principio, a quien hemos visto y oído. Lo vimos con nuestros propios ojos y lo tocamos con nuestras propias manos. Él es la Palabra de vida. Él, quien es la vida misma, nos fue revelado, y nosotros lo vimos; y ahora testificamos y anunciamos a ustedes que él es la vida eterna. Estaba con el Padre, y luego nos fue revelado. Les anunciamos lo que nosotros mismos hemos visto y oído, para que ustedes tengan comunión con nosotros; y nuestra comunión es con el Padre y con su Hijo, Jesucristo. Escribimos estas cosas para que ustedes puedan participar plenamente de nuestra alegría.”
1 Juan 1: 1-4 (NTV)
No es simplemente afirmar que tenemos comunión con Dios, sino en verdad vivir conforme a su Palabra, porque de lo contrario estaríamos engañándonos a nosotros mismos. Pero para vivir en la luz, es necesario, como dijo Jesucristo al fariseo Nicodemo, “nacer de nuevo” (lea Juan 3). El nuevo nacimiento es concedido por la gracia de Dios a todo aquel que cree en Jesucristo como el único Señor y Salvador de su vida.
“Si vivimos en la luz, así como Dios está en la luz, entonces tenemos comunión unos con otros, y la sangre de Jesús, su Hijo, nos limpia de todo pecado.
Si afirmamos que no tenemos pecado, lo único que hacemos es engañarnos a nosotros mismos y no vivimos en la verdad; pero si confesamos nuestros pecados a Dios, él es fiel y justo para perdonarnos nuestros pecados y limpiarnos de toda maldad. Si afirmamos que no hemos pecado, llamamos a Dios mentiroso y demostramos que no hay lugar para su palabra en nuestro corazón.”
1 Juan 1: 7-10 (NTV)
Disfrute de la alegría que el Señor concede a todo aquel que cree en El. La alegría de saber que pertenece al cuerpo de Jesucristo (la Iglesia); la alegría de tener la seguridad de después de morir no será condenado en el infierno sino recibido por Jesucristo para vida eterna. La alegría de tener paz para con Dios.
“Que la gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios y la comunión del Espíritu Santo sean con todos ustedes.” 2 Corintios 13: 14 (NTV)


Comentarios