LA IGLESIA Y SUS MISIONEROS




“Amado, fielmente te conduces cuando prestas algún servicio a los hermanos, especialmente a los desconocidos, los cuales han dado ante la iglesia testimonio de tu amor; y harás bien en encaminarlos como es digno de su servicio a Dios, para que continúen su viaje, pues ellos salieron por amor del nombre de Él, sin aceptar nada de los gentiles. Nosotros, pues, debemos acoger a tales personas, para que cooperemos con la verdad.”
3 Juan 1: 5-8 (RVR 1995)
El Señor de los ejércitos cuida a sus obreros. Los obreros de Dios son misioneros que anuncian la Paz, predicando buenas nuevas de salvación.
La Iglesia somos todos los que creemos en Jesucristo y hemos adquirido, por gracia, la salvación del Señor. Nosotros somos responsables delante de Dios de cuidar de los obreros de Dios en el campo misionero, dándoles con generosidad de lo que el Señor nos ha dado. Ellos son la extensión de la Iglesia, los mensajeros del Reino, que deben ser cuidados como si fueran nosotros mismos, porque la realidad es que nos representan.
Los obreros de Dios predican por amor al Señor y seguirán trabajando a pesar de nuestro incumplimiento.
La Iglesia, la amada del Señor, no está sola sino está en las manos del Todopoderoso, siendo cuidada como la niña de sus ojos. Así como Dios ha sido fiel con Israel, protegiéndolo de todos sus enemigos, es fiel con su Iglesia, guardándola del mal, dirigiéndola en su amor y respaldándola con su Palabra.
La guerra apenas comienza, aunque nuestros enemigos festejen por pensar que nos han derrotado, no es así, porque estamos con el Señor de señores y El pelea por nosotros, entonces sometamos a Dios y aun el diablo huira de nosotros. Seamos fieles a su palabra, seamos generosos con los misioneros y perseveremos unánimes en oración y en amor unos con otros, no dejando de hacer el bien, aunque estemos agotados, porque todas las fuerzas, hasta la última, tienen que ser destinadas a Dios, solo a Él. No des tus fuerzas a las mujeres, al dinero, al estudio, ni a nada semejante. Solo a Cristo.

REFERENCIAS BÍBLICAS
ü  Levítico 19: 13
ü  Deuteronomio 24: 14-15
ü  Mateo 9: 37-38
ü  Juan 4: 34-36
ü  Hechos 13: 2-3
ü  1 Corintios 3: 5-9
ü  1 Timoteo 5: 18
ü  Santiago 5: 4
ü  Efesios 6:9
ü  Colosenses 4: 1

ü  3 Juan 1: 5-8

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