EL ENGAÑO DE LAS RIQUEZAS
“Y aquel en quien se sembró la semilla entre
espinos, éste es el que oye la palabra, mas las preocupaciones del mundo y
el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se queda sin fruto” Mateo 13: 22 (LBLA)
El
dinero ha sido el motivo de preocupación de muchas familias, el manubrio que ha
controlado la vida de muchos y, la felicidad, que todo el mundo busca. Pero
todo esto es un engaño, la verdad es que el dinero fue hecho por el hombre, no
el hombre por el dinero.
No
necesitamos del dinero, por lo tanto, no deberíamos depender de este, pero lo
hacemos ¿Por qué? Porque todos lo hacen, nos da prestigio, reconocimiento,
amigos y muchas otras vanidades de la vida.
El
ser humano, al igual que toda la creación del universo, fue creada por Dios y
para Dios. Si nos vamos a gloriar que sea solamente en Cristo Jesús ¿Qué significa
esto? Hablar de lo que Cristo ha hecho por medio nuestro.
“Y sé que cuando vaya a
vosotros, llegaré con abundancia de la bendición del evangelio de Cristo” Romanos
15: 29 (RVR 1995)
Llevamos
bendición cuando vamos a un lugar, aquella bendición del evangelio de Cristo.
Estas riquezas si son verdaderas, no son engañosas como lo es el dinero.
La
Biblia nos instruye, mas nosotros, muchas veces, no escuchamos sino seguimos,
en muchas ocasiones, viviendo solo en la apariencia de una vida santa pero no
en verdadera santidad. Es cierto que existen muchas cosas en la vida que no entendemos,
pero lo que el Señor nos ha revelado, como dice Deuteronomio 29: 29, recibámoslo
para seguirle en obediencia.
La
vanagloria, el falso orgullo que nos enseña 1 Juan 2: 16 y Santiago 4: 4, es el
persistir en la soberbia, a pesar de las buenas enseñanzas recibidas. ¡Esto no
proviene de Dios!
Todo
lo que hagamos que sea bajo la voluntad de Dios, por lo tanto, no hagamos
planes por nuestros propios designios, no digamos más: si yo quiero sino si el
Señor quiere.
La
vanagloria de la vida, tal como lo dijo en el huerto del Edén (Génesis 3: 4-5),
sigue diciendo a estas generaciones: yo
soy dios, yo tengo el control, yo voy a ser como dios. ¡Pero esto es
mentira!
El
enemigo nos buscará tentar por nuestras propias concupiscencias, pero si
permanecemos en Jesucristo y en su Palabra nunca nos hará daño sino huirá de
nosotros.
“¿Por qué tú, poderoso, te
jactas de la maldad? ¡La misericordia de Dios es continua!” Salmos
52: 2 (RVR 1995)
Personas
de todo el mundo que se creen poderosas, más que Dios, aún tienen tiempo de arrepentirse
y reconocer a Dios, anhelando su misericordia.
El
pecado hace mucho más daño de lo que nos imaginamos, recuerda que pecado también
es saber hacer lo bueno y no hacerlo. Por lo tanto, pecamos continuamente,
desobedeciendo la ley. La ley es buena, pero nosotros no.
Existimos
para glorificar a Dios, pero el pecado nos alejó del propósito por el cual
fuimos creados, por lo tanto, necesitamos ser redimidos y regenerados por la
sangre del Cordero de Dios que ha quitado el pecado de quienes en El han creído.
El
vencedor, aquel que ha recibido el don de Dios que es la salvación, no sufrirá daño
de la segunda muerte. Por lo tanto, no tiene de que temer. Pero recuerda: se fiel hasta la muerte, serás probado, pero
no temas.
Si
en verdad anhelas a Jesucristo entonces síguele y nunca más vuelvas a los pasos
del pasado. Es cierto que muy difícilmente un rico podrá ser salvo, pero para Dios
nada hay imposible.
El
dinero es una bendición que Dios te ha dado, no para que la retengas, sino para
que la des a otros. Primero dale a Dios de lo que Él te ha dado, luego a tu
familia, luego a los pobres y, finalmente, podrás darte un gusto.
El
ser rico no es pecado, el problema es confiar en las riquezas más que en Dios. Dios
nos bendice para bendecir a otros, pero si no lo hacemos ¿cómo esperamos ser
bendecidos?
En
la madurez espiritual el creyente reparte, da, no atesora para sí mismo, porque
se somete al propósito Divino. Nosotros fuimos creados para buenas obras
(Efesios 2: 10), para hacer la voluntad de Dios que es agradable y perfecta.
El
Señor tiene el control de toda situación, por lo tanto, es por la voluntad de
Dios que vivimos y hacemos lo que hacemos y nos sometemos al propósito Divino
al entender el pecado de la soberbia ante la ausencia de arrepentimiento.
La
soberbia es la misma vanagloria que solo quiere robarnos paz a nuestro corazón,
por lo tanto, desechemos todo orgullo en nuestro corazón y vivamos
confiadamente en la gracia de nuestro Señor Jesucristo.
“Porque conocéis la gracia de nuestro Señor
Jesucristo, que siendo rico, sin embargo por amor a vosotros se hizo pobre,
para que vosotros por medio de su pobreza llegarais a ser ricos.” 2
Corintios 8: 9 (LBLA)
TE RECOMIENDO QUE LEAS:
- Salmos 49
- Isaías 53: 7
- Mateo 19: 23-26; 26
- Juan 3: 16
- Hechos 7: 52
- Romanos 7: 16
- 2 Corintios 8: 9, 13-14, 21; 9:8-11
- Gálatas 6: 9
- Efesios 1: 7
- 1 Timoteo 2: 3; 6: 17-19
- Tito 3: 14
- Santiago 5: 6
Comentarios
Publicar un comentario