DIOS PUSO EN MI CORAZÓN



En estos tiempos de tanta confusión nos es necesario pasar un considerable tiempo con nuestro Señor para poder discernir bien cada situación y circunstancia que se nos presenta.
El estudio de la Palabra de Dios es bastante importante, pero sin una comunión personal con Dios es totalmente infructuoso. En la Biblia, el Señor nos dejó ejemplos para que, meditándolos en nuestro corazón, siguiéremos sus buenas conductas, como es el de Nehemías. Nehemías fue un hombre de Dios que aprendió a escuchar la voz de Dios.
En tiempos de Nehemías, el pueblo de Israel, del cual el pertenecía, se encontraba en total ruinas debido a la invasión de los babilónicos. A causa de esta triste situación, Nehemías se humilló ante Dios, intercediendo por su pueblo, por lo tanto, Dios le respondió y le permitió tener carta del rey para reconstruir las murallas de Jerusalén. En este proceso de reordenar la ciudad, Nehemías continuamente pasaba tiempo con su Señor rogando su cuidado y dirección para esta obra, por lo tanto, fue dirigido por Dios y pudo terminar de reconstruir las murallas de Jerusalén, aunque sus enemigos buscaban su destrucción y se burlaban de él continuamente. Después de designar a los porteros, cantores y levitas, Nehemías escribió: “puso Dios en mi corazón que…” (Nehemías 7: 5).
Es importante que comprendamos lo importante que fue la relación personal que Nehemías tuvo con Dios para organizar al pueblo de Israel, después de ser brutalmente destruido por sus enemigos, porque de no ser Dios quien le guiara en cada decisión, muy seguramente Nehemías fracasaría en su intención de reconstruir las murallas de Jerusalén. De la misma manera sucede con cualquier persona que en verdad se humilla ante Dios, reconociendo al Salvador, y, que continuamente, vive siguiendo su voluntad, el resultado será el mismo, victoria, aun cuando las personas que le rodean se burlen de él, como le pasó a Nehemías. Si es Dios a quien nosotros día a día amamos más, gracias a su amor, entonces nuestra vida segura esta.
El servicio a Dios es, como su nombre lo indica, para agradar a Dios, no a los hombres, por lo tanto, no podemos esperar que las personas nos recompensen por servir a Dios, ¡no esperemos eso!, porque muy seguramente no pasara, sino ocurrirá, muy probablemente, todo lo contrario, la gente se burlara de nosotros.
Si confiamos verdaderamente en Dios y ponemos nuestra mirada en nuestro Señor Jesucristo, entonces andaremos seguros, sin temor del mal, siguiendo la voluntad de Dios y, Dios pondrá en nuestro corazón sus pensamientos, para que lo sigamos y hagamos conforme a todo lo que Él nos ha dicho.

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