Y JESÚS LLORÓ
Las multitudes se agolpaban
para escuchar a Jesús hablar, unos para coronarlo rey, otros para ser
orientados por él y los demás buscaban una razón para matarlo. Cada uno tenía
un concepto diferente de Jesucristo, pero su gran mayoría rechazó al Jesús que
por tanto tiempo escucharon.
En la Biblia podemos conocer
las maravillas que hizo Jesucristo en medio de Israel a fin de que creyeran por
estas señales que Él era el Mesías que por tanto tiempo habían esperado, pero
ellos lo rechazaron porque buscaban otro Mesías, uno que no muriera en una
cruz. La actitud del pueblo de Israel entristeció a Jesucristo.
En la Biblia podemos leer las
tres situaciones que entristecieron el corazón de Jesucristo. El primer suceso
ocurre en el sepulcro de lázaro (Juan 11: 33-35). Jesucristo lloró acompañando
a María, hermana de Lázaro, y a los judíos que estaban con ella. Cuando estés
pasando por aflicción recuerda que Jesucristo está contigo pasando ese momento,
por lo tanto, no estás solo o sola. El segundo momento en el que vemos que Jesús
lloró fue cerca de Jerusalén (Lucas 19: 37-44). Jesucristo lloró al ver una
ciudad que seguía perdida, como ovejas sin pastor, sin conocer la Paz, pues la
buscaban en todas partes menos en donde estaba, en Jesucristo. Estas
situaciones se replican continuamente en nuestras naciones, debido a que el
mundo quiere una paz que les permita hacer lo malo sin recibir ningún daño.
La tercera vez que Jesucristo
lloró fue antes de morir en la cruz (Marcos 14: 33-34). La razón de la profunda
tristeza de Jesucristo fue porque se iba a separar de su Padre a causa de los
pecados de los hombres.
Si leemos los evangelios
podremos ver que Jesucristo vino como hombre y padeció sufrimientos a causa de
nosotros, pero su amor fue tan grande que no renunció a nosotros sino dio su
vida por rescate de la nuestra. Es que la tristeza de Jesucristo fue por el
amor que nos tenía, que no quería vernos perdidos sino direccionados.
Los que seguían a Jesucristo
eran muchos o eso parecía, porque cuando Jesucristo les enseñaba, muchos se
marchaban, debido a que sus palabras no eran fácil de aceptar por una sociedad
egocéntrica. Aun así, siempre quedaba un pequeño remanente que no volvía para
atrás, porque sabían muy bien que solo en Jesucristo estaba la vida eterna.
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