LA PERSEVERANCIA DE LOS SANTOS



El comenzar o emprender un proyecto no es tan complicado ni extraordinario, como lo es el perseverar en aquello. Un dicho populi es bastante acorde a este tema “la perseverancia alcanza lo que la dicha no”. Este adagio popular transmite una verdad que solo los simples e insensatos negarían.
La creación, las noches y los días nos enseñan ese amor constante del Señor para con la humanidad. El estableció un pacto con el día y la noche, de tal manera que la noche y el día salgan a su tiempo (Jeremías 33: 20). Podríamos verlo como vanidad, sin sentido, y un continuo ciclo sin propósito, pero la constancia, aunque parezca rutinaria es la que hace sentar a los reyes en su trono y permite que el agricultor coseche frutos agradables.
La mucha experiencia y el dedicarse a solo el conocimiento es vanidad y destrucción, no solo para una persona sino también para toda una sociedad, porque su consecuencia es la molestia, la aflicción y el dolor. Pero el que se hace ignorante frente a la sabiduría humana tiene la posibilidad de disfrutar cada día como si fuera uno totalmente diferente, haciéndose poseedor de una mejor sabiduría, aquella que se ha fundido con el amor, la sabiduría de Dios.
Las palabras que Dios nos ha dado deben ser guardadas y retenidas en nuestro corazón con mucho cuidado, como una semilla en tierra fértil, a fin recibir ese fruto con perseverancia. La vida de quienes quieren agradar a Dios es de constante perseverancia, perseverar en la oración (Efesios 6: 18), en el temor del Señor (Proverbios 23: 17), en el pensamiento hacia El (Isaías 26: 3). Y esto no es fácil porque el mundo del sistema demoniaco también persevera, pero lo hace en el pecado. La diferencia del camino de ellos al nuestro es que el de ellos es conducido hacia lo perecedero, la muerte, mas nuestro sendero es conducido a la vida eterna. No podemos desfallecer sino permanecer en el evangelio que hemos creído, la doctrina de Cristo, porque es de quienes velan fervientemente guardando en su corazón el consejo de Dios y el evangelio de la salvación, participando en la comunión de unos con otros, la oración y la obediencia a Jesucristo, de quienes ha sido entregado el reino de Dios.
La obediencia y la perseverancia en hacer el bien es el reflejo de vida de quienes buscan gloria, honra e inmortalidad. Ellos obtendrán vida eterna, pero la ira y el enojo serán la recompensa de quienes son contenciosos, no obedeciendo a la verdad, tal como nos enseña el Espíritu Santo en Romanos capítulo 2. La vida de Pablo es un ejemplo de perseverancia, su testimonio así nos lo confirma:
“Pero habiendo obtenido auxilio de Dios, persevero hasta el día de hoy, dando testimonio a pequeños y a grandes, no diciendo nada fuera de las cosas que los profetas y Moisés dijeron que habían de suceder: Que el Cristo había de padecer, y ser el primero de la resurrección de los muertos, para anunciar luz al pueblo y a los gentiles.” Hechos 26: 21- 23 (RVR 1960)

No dejemos de darle la gloria a Dios, compartiendo de su Palabra y llevando su mensaje a todo pueblo y nación, aunque los tiempos parezcan no ser los mejores. El mensaje es el que transforma, no nosotros, por lo tanto, testifiquemos del Señor sin discriminación.

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