HABLAR SIN TEMOR




Contarle al mundo las maravillas que el Señor ha hecho en nuestra vida nos da miedo, y mucho más miedo nos da predicar su Palabra sin temor, porque, aunque hemos sido convencidos por el Espíritu Santo de la Verdad de las Escrituras, la presión en la que constantemente nos sentimos atrapados muchas veces nos hace callar. Este miedo es uno de nuestros peores enemigos, nos enmudece, llevándonos a esconder el tesoro del mensaje de la Palabra de Dios. Hermanos esto no debe ser así.
En la carta a los filipenses, capítulo 1 y versículos del 12 al 30, Pablo nos relata su amor sin desproveo a Jesucristo. En el versículo 21 de este mismo capítulo nos explica su razón de anunciar a Cristo en medio de la presión que enfrentaba:
“Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.”
La vida de Pablo, como la de muchos siervos del Señor, nos enseñan con su ejemplo a hablar de la Palabra sin temor, de buena voluntad, y por amor.
En Hechos 16: 1-5 podemos conocer otro ejemplo de amor a Dios de un joven que se llama Timoteo. De Timoteo aprendemos la importancia de tener buen testimonio y de ceder por amor a los otros. El fue circuncidado a causa de los judíos, acto hecho no por la ley sino por causa de los judíos. Debemos comprender que existen ciertas cosas que debemos hacer por causa del prójimo, las cuales nos permitirán ser escuchados por cierta población y no van en contra de la Palabra de Dios.
Timoteo y Pablo compartieron la Palabra a la iglesia (las ordenanzas que habían acordado los apóstoles y los ancianos que estaban en Jerusalén) con el objetivo de que las guardasen, trayendo como consecuencia que las iglesias fueran fortalecidas en fe y en número cada día. Tanto a Pablo como a Timoteo les fue prohibido, por el Espíritu Santo, hablar la Palabra en Asia, en Bitinia. Aquello tiene un propósito. No era el tiempo de ir a hablar la Palabra en Asia sino en Macedonia. Así como hicieron Pablo y Timoteo dejémonos guiar por el Espíritu Santo, como Iglesia, permaneciendo unánimes en la fe.
“vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con que será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres”
Mateo 5: 13 (RVR 1960)
El uso principal de la sal en aquel entonces no era como saborizante sino como conservante. Los depósitos de sal a lo largo del mar muerto no solo contienen cloruro de sodio sino una gran variedad de otros minerales. Esta sal puede llegar a ser buena para nada cuando la lluvia hace perder su sabor. Así mismo el ser que se convierte en vanidad por su sucio corazón, perdiendo el sentido por el cual fue creado, es inútil, humillado, despreciado y pisoteado.
“Si con Cristo ustedes ya han muerto a los principios de este mundo, ¿por qué, como si todavía pertenecieran al mundo, se someten a preceptos tales como: «No tomes en tus manos, no pruebes, no toques»?”
Colosenses 2:20-21 (NVI)
Los discípulos de Jesucristo, debido a nuestra esencia, obstaculizamos la corrupción del mundo (de no ser así, sino lo contrario, entonces no se es discípulo sino simpatizante, simple, insensato o necio). ¿Para qué sirve la sal si no tiene sabor? ¿Para qué estamos en este mundo si no obstaculizamos la corrupción del mundo por medio del evangelio?
La misión esencial del cristiano en el mundo es esta:
“Ustedes son la luz del mundo, como una ciudad en lo alto de una colina que no puede esconderse. Nadie enciende una lámpara y luego la pone debajo de una canasta. En cambio la coloca en un lugar alto donde ilumina a todos los que están en casa. De la misma manera, dejen que sus buenas acciones brillen a la vista de todos, para que todos alaben a su Padre Celestial”
Mateo 5: 14-16 (NTV)
El Señor resplandece sobre nosotros gracias a su gracia y perdón que nos ha llamado de muerte a vida, y hoy nos dice, como le dijo a Jerusalén - Que brille tu luz para que todos te vean- (lea Isaías 60:1-3)
Es necesario que prediquemos la gracia de Dios pero antes de la gracia hablemos del pecado y de la ley, porque el propósito de la ley es exponer la extrema gravedad del pecado.
La ley son preceptos, reglas, normas o estatutos establecidos por Dios según su perfecta voluntad. Las leyes se pueden clasificar en varios tipos, según sea el caso, por ejemplo la ley antigua o ley de Moisés, fueron reglas específicas para el pueblo de Israel, o la ley de la gravedad para los elementos o materia que habitan en el planeta tierra. Pero en general, en todos estos tipos de leyes existe una legislación, o conjunto de leyes, que se sabe bien que todo hombre debe cumplir.

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