NO SOY ESE CUERPO



El diario vivir pareciese ser una monotonía, sin un sentido sincero de ser, en donde ya no pensamos sino actuamos, como los demás, de una manera tan mecánica. Pareciese que cada uno tuviese un lugar ya asignado en este mundo, hasta la prostituta asume que ese debería ser su lugar, pero todo eso es una farsa que el sistema nos ha hecho creer.
Al dormir empezamos a soñar y aunque nuestro cuerpo permanece quieto nos traspasamos a otro mundo misterioso. Uno de drama, comedia o tragicomedia, en donde nos sentimos sumergidos y pareciese que no pudiésemos escapar, hasta que despertamos. La vida nos sigue enseñando que hay misterios que para el hombre aun no le han sido descubiertos, por lo tanto, vale la pena esforzarnos en entender lo que se nos ha revelado. El Señor nos ha dado a conocer su Palabra para que la obedezcamos y comprendamos lo necesario que es vivir como Él nos lo ha mandado.
En el momento que vamos al baño y nos miramos frente al espejo sucede algo que no nos permite conectarnos de manera inmediata con esa imagen que vislumbramos. Nos sentimos vivos, pero en un cuerpo extraño, o, puede suceder lo contrario, nos llegamos a encarnar tan profundamente en este cuerpo que se nos olvida que no somos ese cuerpo. Este cuerpo que Dios nos dio se está deteriorando día tras día, pero llegará un día donde seremos despojados de este cuerpo y entenderemos realmente lo que somos.
El Señor nos creó, nos formó, desde el vientre de nuestra madre y, aun antes de ser concebidos nos llamó. Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos, por lo tanto es solo en las manos del Creador que podemos entender quiénes somos. Somos más de lo que propone la mal llamada ciencia, somos seres creados con un propósito especial. Nuestro diario vivir no es una rutina, ni es nuestra razón de vivir el ocupar tan solo un lugar en este sistema perverso, sino es mucho mejor.

Nosotros nacimos como esclavos del pecado, a causa de nuestro padre Adán, pero volvimos a nacer como ciudadanos libres del Reino Celestial gracias a la preciosa e invaluable redención de Jesucristo dada a nosotros, una vez y para siempre, por medio de su sacrificio en lugar nuestro. Ahora podemos estar seguros que somos más que un cuerpo, somos soldados de Jesucristo que día a día luchan en contra de un sistema.

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