¿LA CUESTIÓN ES LA FELICIDAD?



Las últimas tres generaciones, nuestras sociedades han divagado sobre el propósito de su existir, generando como resultado de su cuestionamiento un mismo punto de solución, la felicidad, a pesar de las diferencias étnicas o religiosas. Pero no todos los seres humanos han llegado a ese mismo fin, sino hay unos pocos que han comprendido que existe algo mejor y con mayor trascendencia que la felicidad.
Todo el mundo quiere ser feliz, todos quieren lo mejor para sus vidas, pero todos se han conformado con la basura, así como los cerdos. El comercio y la globalización se han expandido tremendamente, influenciando los valores humanos, convirtiendo a las personas en productos, en uno más, en números. Los medios de transporte están repletos de personas, las gentes están siendo marcadas para comprar productos, la dignidad del ser humano (en este mundo lleno de leyes y derechos) a sido totalmente pisoteada[1] y, sigue habiendo muchos que, sin importar su estrato económico, ni su educación recibida, se han vendido por unos cuantos pesos a la droga, al cigarrillo, a la fornicación y a otros sin número de perversiones. ¿Esa felicidad que todo el mundo busca en verdad es? Pero si cambiamos la mirada, dejando de buscar la felicidad para buscar a Dios, su voluntad, sus deseos, entonces en verdad hallaremos algo mejor que la felicidad.
La felicidad, así como la paz, han sido tergiversadas y manipuladas por satanás y sus secuaces, quienes la han usado para engañar a muchos. La felicidad y la paz, que tanto habla el mundo, es semejante a un señuelo que lanza el enemigo, para clavar con el anzuelo y atrapar al simple, a fin de volverlo esclavo de este horrendo sistema. No debemos seguir pensando que la cuestión, que nuestro propósito es la felicidad, porque vivir en esta creencia es seguir anclados a este mundo y a sus vanos deseos, mas la fidelidad que nos habla la palabra de Dios, no solo nos provee de verdadera paz, sino que en verdad da propósito a nuestro ser integral, dejando de ser uno más para ser herederos del reino de Dios.
Estando en reposo, callemos, para escuchar la voz de Dios y, hagamos lo que el Señor nos ha dicho, recordando que la cuestión no es la felicidad sino la fidelidad a Dios. Hay dos puertas que abren la entrada a dos caminos totalmente opuestos. La puerta angosta al camino estrecho y, en la puerta ancha, espacioso es el camino. Muy pocos son los que entran por la puerta angosta, mas es esta, la única entrada a la vida eterna. Solo entran allí los que son aceptados por Dios y, en verdad, que El Señor acepta a un pecador arrepentido que en verdad cree en Jesucristo.
Nosotros antes caminábamos, corríamos, y nos sumergíamos en el camino ancho y espacioso, el de la comodidad, el de la simplicidad, el mismo de la necedad y de la falsedad, éramos como marranos, antes comíamos, tragábamos, nos revolvíamos y nos ensuciábamos, mas ahora no, porque hemos sido regenerados gracias a la preciosa sangre de nuestro Señor Jesucristo.
El verdadero creyente no puede dar malos frutos, ni mal testimonio, porque su vida ya no es la misma que antes y nunca la será, ni correrá para enlodarse, aunque, habrán momentos que, como la oveja, se ensucie por no ser obediente a la voz de Dios, mas el Señor lo restaurara.
Todo aquel, sin importar los pecados que haya cometido, ni su sexo, cultura, raza o religión, que oye y pone en práctica las palabras de Dios, es semejante a aquel que ha fundado sobre la roca su hogar.

RECOMENDACIÓN DE LECTURA BÍBLICA
·         Salmos 4: 1-8
·         Mateo 7: 13-14



[1] Nótese esa ironía. No ha habido en la historia de la humanidad tantas leyes como en estos tiempos y, así mismo, no ha habido tanta violencia como en nuestra época. Eso nos dice algo ¿no? ¿Sera que la solución no son las leyes? ¿será más bien el ser del ser humano el que necesita vida en vez de opresión? Jesucristo no vino a darnos más leyes sino a darnos vida, aunque, no con eso, significa que las leyes sean malas, sino que no son lo que necesitamos.

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