NO HUYAMOS DEL SEÑOR


Jonás huyó, o eso pensó, de la presencia de Jehová. Miremos bien lo que pasó con él porque quizás te esté sucediendo lo mismo.
“Jehová dirigió su palabra a Jonás hijo de Amitai y le dijo: «Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y clama contra ella, porque su maldad ha subido hasta mí.» Pero Jonás se levantó para huir de la presencia de Jehová…” Jonás 1: 1-3 (RVR 1995)
Jonás era hebreo y temeroso de Dios, pero había algo que aún no podía aceptar del Señor y tenía miedo de que algún día el Señor se lo ordenara. Lo que Jonás tanto temía que el Señor le ordenara era predicar a Nínive, y no quería hacerlo porque este pueblo era una nación libertina, enemiga de Israel, que, según Jonás, lo único que merecía era la ira de Dios, pero este mismo Jonás sabía que Dios era misericordioso y si ellos se arrepentían Dios los perdonaría. Entonces Jonás huyó a un lugar donde pensaba que el Señor no le encontraría, pero en el barco una tempestad fuerte obligó a Jonás a ser echado a los fuertes mares. No podía escapar del llamado del Señor, la tempestad lo iba a retornar a la presencia de Jehová, y al llamado que le correspondía solamente a él.
“Jehová se dirigió por segunda vez a Jonás y le dijo: «Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré.»” Jonás 3: 1-2 (RVR 1995)
Y a diferencia de la primera respuesta de Jonás, gracias a la tempestad fue que Jonás comprendió su necedad y la necesidad que tenia de Dios para hacer su voluntad a fin de contestar a su llamado de esta manera:
“Jonás se levantó y fue a Nínive, conforme a la palabra de Jehová. Nínive era una ciudad tan grande, tanto que eran necesarios tres días para recorrerla. Comenzó Jonás a adentrarse en la ciudad, y caminó todo un día predicando y diciendo: « ¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»” Jonás 3: 3-4 (RVR 1995)
No huyamos a lo que el Señor nos ha llamado porque tarde o temprano tendremos que hacerlo, entonces no perdamos el tiempo es mejor responder más prontamente al llamado del Señor con humildad. El llamado que como a hijos se nos ha dado es el siguiente:
“…vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.” 1 Pedro 2: 9 (RVR 1995)
Como nación santa tenemos el llamado de anunciar las virtudes del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y antes de este llamado, el primero que Dios nos hizo fue el de las tinieblas a su luz admirable, es decir el nuevo nacimiento. Por lo tanto responde a su llamado en humildad, ríndete ante El y reconoce, como Jonás, tu necedad y necesidad de la salvación de Dios.
“…mi salvación viene solo del Señor” Jonás 2: 9 (NTV)

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