LA “IGLESIA” QUE TIENE QUE MORIR
La Iglesia es una,
es la prometida de Jesucristo, la que en verdad lo ama demostrándolo en su
servicio a Él, pero existen falsas imitaciones de la verdadera Iglesia que
aunque dicen amar a Jesucristo en verdad lo odian, esa es la iglesia que tiene
que morir.
Esas falsas iglesias
odian a Jesucristo aunque lo confiesen como su Señor porque no buscan el hacer
su voluntad, y como dijo Jesucristo: “El
que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama”
(Mateo 12: 30 (LBLA)) por lo tanto todo aquel que no busca hacer la voluntad de
Dios es declarado enemigo de Dios. En esto no existen “los neutros”, o lo sigues
o lo persigues.
Iglesias de
pastores, iglesias de organizaciones, de partidos políticos, o de algún otro tipo
de personas son las que tienen que morir porque la verdadera Iglesia no le
pertenece a ningún ser humano sobre esta tierra sino solo a Jesucristo. La
Iglesia es una, es la Iglesia de Jesucristo, y no es la de los últimos días
como afirman algunos religiosos sino la de todos los siglos, de generación a
generación, para siempre.
La “iglesia”
católica, de los falsos testigos de Jehová, la universal, la del pastor x, la
adventista, la mormona, la unitaria, la islamista, la que es basada en
emociones y gritos como la gran mayoría, por no decir todas, las pentecostales
y carismáticas, entre muchas otras, son las que tienen que morir porque en
ellas aun reina la hipocresía, la muerte, la tristeza, la depresión, la
soledad, y en conclusión el pecado. El pecado es quien gobierna a estas falsas
iglesias porque se exaltan a los hombres más que a Dios, se buscan las
emociones más que conocer a Dios, se establecen jerarquías entre los hombres cuando
Jesucristo dijo “amaras a tu prójimo como
a ti mismo” dejando claro que tú y tu hermano son iguales en condición. A
diferencia de todas estas religiones gobernadas por satanás a través de sus
títeres, que se llaman a sí mismos clérigos, doctores, pastores, profetas,
maestros, papas, imanes, etc., los
verdaderos hijos de Dios somos gobernados por Jesucristo.
“…según
la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de
los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales, sobre
todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se
nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió
todas las cosas bajo sus pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a
la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo
llena en todo.” Efesios
1: 19-23 (RVR 1960)
Estas “iglesias” que
tienen que morir son esos esclavos al pecado, a la religiosidad, a la hipocresía.
Jesucristo vino a morir para que en el muera esa “iglesia”, muera esa persona
que nos verdadera iglesia sino solo apariencia, ese religioso, mentiroso,
engañador, porque si aquel pecador no muere en Jesucristo entonces morirá en el
infierno donde el arrepentimiento será una oportunidad perdida para siempre.
La verdadera Iglesia
debemos estar siempre agradecidos con Dios porque la condenación que por ley
merecíamos ha sido justificada por la muerte de Jesucristo
“¿Qué,
pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado para que la gracia abunde? En
ninguna manera. Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo viviremos aún en
él? ¿O no sabéis que todos los que hemos sido bautizados en Cristo Jesús, hemos
sido bautizados en su muerte? Porque somos sepultados juntamente con él
para muerte por el bautismo, a fin de que como Cristo resucitó de los muertos
por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en vida
nueva. Porque si fuimos plantados juntamente con él en la semejanza de su
muerte, así también lo seremos en la de su resurrección; sabiendo esto,
que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo
del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque
el que ha muerto, ha sido justificado del pecado. Y si morimos con Cristo,
creemos que también viviremos con él; sabiendo que Cristo, habiendo
resucitado de los muertos, ya no muere; la muerte no se enseñorea más de
él. Porque en cuanto murió, al pecado murió una vez por todas; mas en
cuanto vive, para Dios vive. Así también vosotros consideraos muertos al
pecado, pero vivos para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro.”
Romanos
6: 1-11 (RVR 1960)
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