PREPARÉMONOS PARA LA BATALLA


Alguna vez escuche que “la mejor defensa es una buena ofensa”, lo cual es bastante cierto, porque por ejemplo en el futbol las mejores defensas son aquellos que no solo evitan que les hagan gol sino atacan al delantero del otro equipo para que su equipo haga gol, así mismo en el evangelio somos llamados a defenderlo evitando dar lugar al diablo y ofendiendo por medio de la Palabra todas aquellas mentiras o engaños de satanás a fin de ganar la batalla no dejándonos vencer por el mal sino venciendo con el bien el mal.
“…santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande razón de la esperanza que hay en vosotros.” 1 Pedro 3: 15 (RVR 1995)
Debemos prepararnos para presentar defensa del evangelio en una manera respetuosa, debemos prepararnos para defender el evangelio es decir que debemos prepararnos para la batalla.
La batalla es una acción ofensiva encaminada a un objetivo específico y la batalla a la que hemos sido llamados es a la que defiende, con una buena ofensa, el evangelio. La ofensa que debemos procurar hacer es contra todo aquello que se opone al evangelio: las falsas doctrinas, las vanas filosofías, las huecas sutilezas, el orgullo, etc. y todo ello es producto del pecado, son las armas de satanás y de todos sus secuaces.
Jesucristo nos dio la victoria frente al pecado y la muerte, y así mismo en el corre corre del día a día podremos vencer todo aquello que se opone a Jesucristo y al Evangelio cuando nuestros ojos están puestos en Jesucristo. Es importante reconocer en donde están puestos nuestros ojos porque donde están nuestros ojos allí están nuestras riquezas, y en verdad que es más provechoso asegurar nuestras riquezas en Dios que en el mundo porque el mundo pasa y sus deseos pero aquellos que han esperado en el Señor, que en verdad han depositado su vida, su tiempo, su dinero, su mente, sus fuerzas, es decir todo lo que tienen y todo lo que son a Jesucristo, no perecerán sino permanecerán.
Aquellos que hemos reconocido a Jesucristo como el único Señor y Salvador podemos estar seguros en el Señor, en la vida eterna, y en su Palabra, siendo ahora soldados de Jesucristo que militan en este mundo donde lo visible e invisible existen y así mismo coexisten tres tipos de leyes que nos gobiernan:
LEYES FISICAS – relacionadas al CUERPO o dimensión corporal del hombre. Por ejemplo la gravedad.
LEYES SOCIALES – relacionadas al ALMA o dimensión emocional del hombre. Por ejemplo las relaciones sociales, las amistades, la felicidad, la tristeza, etc.
LEYES ESPIRITUALES – relacionadas al ESPIRITU o dimensión espiritual del hombre. Estas leyes obedecen directamente a la relación entre el hombre y Dios, y fue la primera ley quebrantada por el hombre.
Estas leyes aunque suenan como muchas y con una clasificación poco confiable en verdad no son muchas sino es la Ley del Señor, y esta Ley podemos conocerla gracias a la Biblia “por eso, el que no obedece uno de los mandatos de la ley, aunque sea el más pequeño, ni enseña a la gente a obedecerlo, será considerado el más pequeño en el reino de los cielos. Pero el que los obedece y enseña a otros a hacer lo mismo, será considerado grande en el reino de los cielos.”(Mateo 5:19(DHH))
Nosotros somos seres tripartitas (compuestos de alma, cuerpo y espíritu) y cada ley está relacionada con cada parte de nuestro ser. Si nos fijamos bien, el ignorar esto nos ha llevado a desobedecer estas leyes, pero tener el interés de obedecerlas nos llevara a valorarlas y esto tendrá como consecuencia verdadera prosperidad para nuestra alma, cuerpo y espíritu, por lo tanto deleitarnos en la Ley del Señor es lo mejor. Estas leyes como toda ley no puede ser quebrantada, porque de serlo así acarreara consecuencias terribles para el alma, si la ley quebrantada fue social, para el cuerpo, si la ley quebrantada fue física, o para el espíritu, si la ley quebrantada fue espiritual.
Es importante por lo tanto conocerlas porque ignorarlas podría llevar a quebrantarlas entonces no erremos por ignorancia. Y esto puede ser reiterativo, y lo es porque es importante para poder batallar conocer quiénes somos y que leyes o, digámoslo de otra manera, cuales son las reglas del juego para poder vencer, y aunque las infringimos deshonrando primeramente a Dios nuestro mismo Señor nos redimió al morir en la Cruz por amor a nosotros, siendo este el pago por nuestra infracción de la Ley del Señor. Es posible ganar la batalla, enfrentar la persecución y cualquier otra adversidad si en Jesucristo hemos depositado nuestra confianza pero es imposible obedecer la Ley del Señor y aun deleitarnos en esta sin Cristo como nuestro Señor y Salvador, por lo tanto si aún eres esclavo de las vanidades de este mundo entonces cree en Jesucristo porque en Jesucristo podrás ser reconciliado con el Padre, con el mismo Jesucristo, y con el Espíritu Santo. Y si en verdad crees en Jesucristo entonces el amor de Dios, que sobrepasa todo entendimiento te guardara en todo momento.
“¿Qué más podemos decir? Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar en contra de nosotros.  El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas? ¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la derecha de Dios e intercede por nosotros. ¿Qué podrá separarnos del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución, hambre, desnudez, peligro, espada? Como está escrito:
«Por causa de ti siempre nos llevan a la muerte,
Somos contados como ovejas de matadero.»
Sin embargo, en todo esto somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las potestades, ni lo presente, ni lo por venir, ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor.”
Romanos 8: 31- 39 (RVC)


Si eres un siervo o sierva líder en la congregación o iglesia local donde estas es necesario que reconozcas a quien sirves para poder decir con sinceridad desde tu corazón: “YO NO SIRVO A UNA IGLESIA SINO SIRVO A DIOS EN UNA IGLESIA”. El lugar o las personas son el campo misionero donde sirves al Señor y es importante que te prepares para servir como obrero que usa bien la palabra de Verdad porque es la Biblia la espada con la que defendemos el evangelio y ofendemos a nuestros enemigos.

Al igual que Pablo debemos reconocer que estamos puestos en el lugar que estamos, sea en la universidad, sea en la cárcel, sea en el trabajo, o en cualquier otro lugar, para la defensa del evangelio (lea Filipenses 1: 15-17), por lo tanto preparemos para la batalla orando en todo tiempo, meditando en las Escrituras, deleitándonos en la Ley del Señor y obedeciendo la Palabra de Dios.

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